Un buen abogado no solo debe tener una sólida formación jurídica, además, debe tener las herramientas necesarias para expresarse con claridad y eficacia. El dominio de la redacción no es un requisito excluyente para ejercer la abogacía, pero constituye una gran ventaja competitiva en un ámbito en el que predomina la escritura.
La precisión hace referencia a la exactitud terminológica y a la claridad técnica, conceptos que no deberían estar reñidos con la naturalidad y la sencillez.
Una mala redacción descalifica, incurre en imprecisiones y puede perjudicar los objetivos de la estrategia jurídica.